domingo, 31 de marzo de 2013


La playa (Cuento)


 
PERSONAJES :
 
Una mujer.
Un hombre.
Una gaviota.
Un poema:
                        No importa como estemos de lejos uno de otro.
                                         Si tú miras la luna y yo también la miro,
en ella se citan y se encuentran nuestra miradas.
Y, a solas, se besan.
Y tú sientes que te beso en los ojos.”
 
 
 
— ¿Nos sentamos un poco, tía ...?
— Prefiero pasear por la orilla: con esta luna se ve de sobra. Y después del baño me he quedado un poco fría ....
.........................................
— Además, así te cuento algo que oí anoche, después de cenar, al grupo que estaba a nuestro lado mientras no me hacías caso y leías el periódico y sus malditos crucigramas...
— ¿Ya estamos como siempre ...?
— Si te da la gana me escuchas, y si no vete a la mierda. Alguien contó una leyenda que me encantó.
— Pues ya que hay que pasear, larga el rollo.
— No me interrumpas, que no la recuerdo muy bien... Verás: al parecer, dice la leyenda que ya hace muchos años, hubo en este pueblo una muchacha con los ojos más bellos que jamás se puedan soñar: infinitos, negros y profundos como el firmamento profundo, negro e infinito de una noche estrellada, y que su mirada tenía el reflejo de plata y violetas del polvo de estrellas ...
También hubo un hombre. Y una poesía. Los tres eran tan amigos y se querían tanto que, al contrario que las personas que se quieren normalmente, ni siquiera necesitaban estar juntos para besarse: cuando la muchacha se quedaba sola, sabía que le bastaba recurrir a su amiga la poesía y mirar a la luna para recibir un beso en sus hermosos ojos. ¡Resultaba tan fácil y tan fantástico...!  Mirar unos instantes a la luna ... y entornar los ojos ... Así lo hizo una noche, y otra, y otra... hasta que la luna se ocultó para descansar sus días o, bueno, mejor dicho, sus noches.
Pasaron las noches oscuras mientras la muchacha, impaciente, deseaba con  todo su corazón que volviera la luna.
Al fin una noche, la luna volvió a asomar  tímidamente su cara de plata pálida por el horizonte, despacio, perezosa ...
— Estoy muy pálida esta temporada —se dijo la luna— , tendré que hablar con la muchacha de los ojos bellos...
Y así lo hizo:
— Soy vieja, linda muchacha, y mi luz se apaga... Si quisieras seguir mirándome cada noche como hasta ahora, yo seguiré siendo lugar secreto de cita para vuestras miradas a cambio de que tú, con la tuya, me cubras con un manto de polvo de estrellas para así brillar más y estar más bonita...
 Según  recuerdan los más viejos del lugar, por aquél entonces era de tal intensidad y tan bella la luz de la luna que, las piedrecillas de los caminos parecían  ríos de brillantes y esmeraldas, y los campos mares de plata y cristal.


Pero, un día, se quedaron solas en el mundo la muchacha de los ojos hermosos y su amiga la poesía.
— ¿Qué haremos ahora, poesía ...? Ya no tendré quien me bese en los ojos cuando  salga la luna ...
Y se puso muy triste a esperar la noche.
Asomó la luna y, al ver a la muchacha llorando, se dio más prisa en salir y se puso en el  cielo frente a ella, iluminando con su luz de plata la poesía que tenía entre sus manos. Triste, la muchacha miró agradecida a la luna. Como le caía una lágrima ... cerró los ojos ... Y sintió en ellos el beso más dulce que jamás había sentido.
Apenas repuesta de su emoción y alegría por la inesperada sorpresa, la muchacha y la poesía le preguntaron a la luna. Y la luna les dijo cómo, entre el polvo de estrellas de su manto había miles de besos que, desde el mar, había ido subiendo una gaviota para que nunca le faltaran a la muchacha de los ojos bellos.
Y así, la muchacha y su amiga la poesía siguieron viviendo casi felices...
 
— ¿Te ha gustado ...?
— Como cuento no está mal ... Pero como leyenda ... las leyendas suelen basarse en algo que sucedió...¡Y a ver si vas a creer que haya podido suceder alguna vez algo tan absurdo, tan científicamente imposible ¿Es que eres tonta ...?
— Entonces ... menos creerás el final:... la misma leyenda dice que, a pesar de los años transcurridos, esa muchacha aún vive y conservará su juventud y hermosura mientras queden besos entre el polvo de estrellas de la luna...
—Pero... ¿Te crees esa bobada ...?
— Bueno, un poquito ..., verás... es que... yo conozco  mucho a esa muchacha...
— Pues, niña,... ya no me cabe duda de que eres tonta!. Y no un poquito ... ¡No te entiendo!.
— Por favor, tío, no discutamos ahora...¿Cambiamos de rollo ...? ¡Mira! ¿Qué es eso que bañan las olas en la orilla ...?
— Parece una gaviota muerta. O me besas, o voy a darle una patada para fastidiarte
—¡No! ¡No lo hagas ...! ¿Eres imbécil ...?
 
Si en vez de tratarse de una playa solitaria, hubiese habido alguien más, hubiera visto a la muchacha correr hacia la gaviota y, agachada, tomarla suavemente entre sus manos y devolverla al mar.   También la hubiera visto erguir sobre la espuma de las olas la silueta de su cuerpo de diosa griega y mirar a la luna, cerrando por unos instantes sus ojos...
 
— Así podrá seguir siendo libre ... ¿Nos vamos?
—¿Qué es eso de libre ...? No te entiendo ... ¡Anda ésta ...! Tienes los ojos mojados ... ¿Te ha salpicado una ola ...?
—¡No! Por favor...¡Déjame en paz, quieres?...
— Entonces ... ¿Podremos seguir paseando ...?
— Sí. Claro...
 
 
 
           Fernando Alvear.
 
             (19-NOV-79)
 
 
 
 
 
Presentado en el Primer Concurso de "CUENTOS LITERARIOS" del I.N.E.M.

lunes, 25 de marzo de 2013

CUANDO YA NO ESTÉ


En esta primavera,
cuando todo sea un canto,
cuando las flores cubran
como un manto
la pradera,
quizá no esté contigo. 
)Harás lo que te pido...?
)lo prometes...?
Mira: de flores, coge dos ramilletes,
bésalos con amor,
préndelos en tu pecho con fervor...
aunque no esté contigo...  
De esos dos ramilletes,
uno es el tuyo,
otro..., el que yo te diera
si contigo estuviera.
 
                                                               (falvearc)
 
 
 
 
 
 

 
 
 

martes, 19 de marzo de 2013

Pancho. Una historia con final felíz...


Hoy, mis recuerdos se remontan nada menos que a...1928, 1930...
                Su verdadero nombre, Samuel (*) Francisco Pérez Niño. Hijo de Samuel Pérez Migueléz y Engracia Niño. Su padre, el administrativo que primero estuvo ayudando al mío cuando llegó a la factoría CAMPSA de Santander en 1928, y que se mantuvo en el mismo puesto durante muchos años, muchos. Entonces, las cosas no eran como ahora. Engracia Niño: la recuerdo como una mujer encantadora, no digamos muy guapa, pero de cara muy agradable y, sobre todo angelical, dulce. Vivían padres e hijo en una vivienda dentro de la factoría, delante de nuestro chalet, a la derecha.

                O sea que, Pancho, niño de nuestra misma edad aproximadamente, se convirtió en nuestro mejor y casi único amigo durante muchos, muchos, años.

                Tanto es así, que mi hermano Gabriel y yo hicimos y celebramos nuestra Primera Comunión con Pancho, como un hermano más, allá por el año 1930 (30 de mayo de 1930).

                En parte por nuestra soledad, en parte por la calidad de aquél maravilloso amigo, Pancho caló tan profundo en nuestras vidas (me refiero siempre a Gabriel y yo), que no éramos nada sin él: de vez en cuando nos decía: “Esta tarde tengo que ir a casa de mi abuelito”, resultando que su abuelito era el Señor Pérez, Jefe de la estación de tren de El Astillero; esa tarde, éramos incapaces de ligar un juego, un pasatiempo, y probablemente fue entonces cuando yo aprendí a echar la siesta. Esperando el regreso de Pancho. La verdad es que no tuvimos mas amigos que éste hasta que, muy tarde, demasiado tarde, nos incorporamos a un colegio. Y un mal día, se nos fue... No. No es que se muriera: es que su padre, después de dejarse lo mejor de su vida en Astillero, por fin fue ascendido y por propia voluntad trasladado a otra provincia. Adiós, Pancho. ¿Qué será de ti hoy...?
Bueno... Probablemente a los que leais ésto hoy no os diga mucho. O,quizá nada. Y teneis razón porque, en sí, no es nada.
Pero yo aún, a ,mis 90 años, aún recuerdo a Pancho...



4 de Marzo del 2015: ¡Milagro!

                Sí. Milagro es que hoy me haya reencontrado nada menos que con mi querido Pancho; Si no en persona, a través de mi sobrino Gabriel, con lo que en cierto modo y casi un siglo después vuelve a cerrase aquél triángulo de eterna amistad que formamos los tres. De la niñez, nuestro amigo del alma, nuestro mejor amigo...Y por entonces...el único amigo.
Comentario a comentario de Uge: Contra mi temor, lo he encontrado... ¡Vivo...!

                Gabriel, hermano: Hoy te echo más de menos, porque mi alegría hubiera sido mucho más completa.



Muchas gracias, sobrino.
 
(*) No supe que se llamaba Samuel hasta hoy, 4 de Marzo de 2015. En Astillero siempre fue Francisco "Pancho".







domingo, 3 de marzo de 2013

Aquellas navidades...


Eran los días en que me despertaba impaciente, deseando ver si amanecía nevada la cumbre de Peña Cabarga porque, casi indefectiblemente, al día siguiente la nieve cubría ya todo nuestro valle. Mucho se hacía desear...Pero llegaba. Y con ello, mas o menos, coincidían las navidades y vacaciones. En casa cambiaba ya el ambiente. Se preparaba el montaje del gran belén, sobre unos cuantos cajones de madera, ocupando aproximadamente 4,5 x 1.5 m, cubiertos con tablas clavadas, una gran bandera española en el frente, y mucho corcho de belenes enviado desde Andalucía a la abuela Lola por su pariente o amigo Luis Quero; cubriéndolo todo, una manta verde de musgo natural. No menos de 100 a 150 figuras casi esculturas, y el correspondiente gran telón de fondo de papel de embalar pintado al temple. Una auténtica obra...
 
Cierto año, llegó a manos de mi padre un librito muy estimulante sobre el arte de hacer belenes...Mi padre nunca fué muy dado a las manualidades, pero estimulados todos y con él milagrosamente entusiasmado por el librito, nos dió la venada de llevar a la práctica las artes y técnicas en el mismo recomendadas, aplicándolas a nuestro gran belén. Teníamos que entretenernos en estas tonterías porque aun no había televisión. Era divertido, muy divertido. Pero cuando realmente se armó la marimorena fue cuando enterado de nuestras ilusiones belenísticas con mi padre en cabeza, nuestro indiscutible genio y profesor Don Daniel optó por participar en la obra, liándonos a hacer casas, molinos y portal según su propio procedimiento, ilustrado con una magnífica exhibición de su propio belén: con retales de madera bañados abundantemente en escayola y decorados después con nogalina, acuarelas y temple: el resultado fué realmente espectacular, maravilloso, tanto más por la blancura aportada por la propia escayola y la facilidad para descolgar chupones desde los tejados...¡Genial...!. No menos admirable la paciencia de mi madre soportando cómo se ponía todo de sucio. 
 
Recuerdo que el musgo natural y recien cogido, entraba por cestos.  “Decirle a Manuel (el jardinero) que hace falta otro par de cestos de musgo..”. ¡Ahí es nada! El cesto medía aproximadamente tres palmos de diámetro por dos de altura.... y había que llenarlo de capas de musgo natural, cogido con nieve o lluvia. Aún recuerdo lo bonito que era, su tacto de agua helada y como olía...  Pero, una vez puesto el nacimiento, lo que más nos divertía a Gabriel y a mí era escondernos debajo, entre los 20 o 30 cajones que formaban su base.
 
¿Y la nieve..? Jardín, huertas, montes... con 20 o 30 cm. de nieve algunos inviernos. Y al fondo, en la lejanía, la ría que, por reflejar el cielo tan oscuro y contrastar con el blanco de los campos, se había vuelto negra. Por la noche, las luces de casa iluminaban las proximidades de la nieve del jardín, y las pisadas trazadas por el paso de alguien hacia el calor de la cocina de detrás. De vez en cuando, se veía caer un bloque de nieve de la que retenían las grandes hojas de las magnolias ante la casa.  Fuera del jardín, al otro lado de la tapia de la factoría, la carretera de Bilbao, aún con poco tráfico, era un barrizal de nieve, pero las pequeñas huertas conque lindaba, se mantenían limpias e intocadas. Y el estanque, casi bajo el mirador, negro; sí: es curioso ver como lo que no está cubierto de nieve, como el agua de la ría y el estanque, parecen negros.
                En estas fechas, mis padres fijaban ya una tarde para ir con nosotros a Santander a comprar el pavo, los turrones de Monerris, y las cosas de comer de Navidad. Tambien compraríamos alguna figura nueva para el belén: para el belén serio se compraban figuras esculturales; a Gabriel y a mí nos compraban unas ovejas de cara triste, con un ojo mas alto que otro y patas de alambre ¡Eran preciosas...! Por aquél entonces, el Arbol de Navidad o no existía, o apenas era visto.  ¡Qué bien...!

 

MARIPOSAS NEGRAS

                                               MARIPOSAS  NEGRAS

 
Cuando ríes,
cuando juegan tus ojos,
dos mariposas negras
vuelan sobre un trigal al sol,
rozando con sus alas
esa flor fragante que es tu boca,
esa amapola que me abrasa
cuando acerco los míos
a tus labios rojos...

                                    
                              (falvearc)

martes, 19 de febrero de 2013

EL POZO.


EL POZO

 

 

 Asomándote a un pozo
                                     y mirando a su fondo,
                                     gozosa me gritaste:
                                         - ¡Mira...! En lo más hondo
                                             veo reflejadas dos estrellas...!
                                           ¿A que no me las coges ...?
                                            ¡Son tan bellas ...!
                                          - No puedo, amor,
                                             eso que ves
                                             que en el fondo destella,
                                             no son estrellas...
                                             son tus ojos...



                    (falvearc)


Domingos de lluvia.

         Es la 1:45 de la madrugada. Y me he levantado de la cama para ventilarme unos desconsiderados retortijones, vulgo dolor de tripas, que me quitan el sueño. Así es que espero que un gelocatil diluído en este nuevo apunte de recuerdos nostálgicos me permitan volver a la cama en cuanto acabe. Para seguir soñando, claro....



                Íbamos a misa a la parroquia de Astillero, normalmente con Joaquín, el chófer  en el Ford. La santa misa, casualmente, siempre la celebraba Don Francisco, el párroco. Y digo casualmente porque de los al menos tres párrocos que se sucedieron en Astillero por muerte natural, me parece que los tres se llamaron Don Francisco. Sí que fue casualidad, aunque también puede ser que me falle ya un poco la memoria y alguno fallara también. Sí:  ciertamente, creo que uno, despistado, se llamó Don Jesús, pero no importa. Lo normal, lo mas frecuente, era que lloviera si bien alguna vez disfrutábamos de días de sol. Diluviando, cruzábamos en dos saltos los charcos que separaban al coche de la iglesia, contribuyendo como buenos fieles a mojar más su suelo de madera, pasillo central y accesos a los bancos; suelo tan mojado que testimoniaba la abundancia de agua y de fe en el pueblo de Astillero; me acuerdo de tanto paraguas ya cerrado que, apoyado contra los bancos y esquinas con su charquito debajo, entonces veía como si se estuvieran orinando. Una vez asentado en un extremo de banco no siempre libre, o de pie entre los hombres, procuraba centrarme en la ceremonia. Que Dios me perdone, y no dudo que lo hará porque como sobre todo ama y comprende al hombre, El entendería que yo no pudiera evitar el que antes de ponerme a la misa, tenía que echar un vistazo disimulado y tímido pero siempre eficaz tratando de localizar a alguna chica de mis preferidas o a la que en aquella etapa estuviese en mi candelero, lo que podía variar bastante de unos años a otros; y no siempre era sencillo, pues la mantilla obligatoria dificultaba ver los rostros y había que esperar a que se volviera un poquito, no mucho porque no estaba bien visto mirar hacia atrás. Hubo una primera, Ana María, que me dio guerra mucho tiempo, aunque en la iglesia ya la tenía localizada apenas yo entraba; como todas las primeras ilusiones. A mí me parecía la chica más guapa del mundo, y me tenía que resignar a oír de los señores mayores que decían solo que era muy guapa. Luego, cuando me dejó por lo que entonces se llamaba “un buen partido”, la sustituyó en mi corazón otra Ana María. Mas bien fea, a mí me gustaba un montón; y no es que estuviese especialmente buena, pues era mas bien un fideo, pero las cosas son así: me gustaba y punto. Se conoce que en Astillero, la repetición de nombres se daba mucho o, desde luego, yo no era demasiado original.


                Cuando he dicho que si no había sitio en que sentarme me ponía de pie entre los hombres, quiero dejar constancia de lo que era costumbre entonces en todas las iglesias, de pueblo, de ciudad o la mismísima catedral: en todas las celebraciones religiosas, los hombres separados de las mujeres. Los hombres apiñados de pie y detrás, tan a la puerta de la iglesia como sea posible con la intención no muy católica de salir pitando en cuanto termine el cura: eran muchos los que llegaban a media misa y la bendición final la recibían ya desde el patio, o desde la calle si había escampado. ¡Cuántos chaparrones ayudaron a oír misa entera casi todos los domingos y fiestas de guardar...!. Este hábito de los hombres, en general,  durante las ceremonias de culto, responde posiblemente a la larga época que se vivió de política nacional de confabulación Iglesia-Estado: ir a misa, sí; está bien considerado y conviene; pero atrás, porque los curas son cosa de mujeres. Cuando llegaba el momento de la homilía, el sacerdote interrumpía la misa y subía al púlpito: Todas privilegiadas que tenían banco, se sentaban. Por unos segundos, el murmullo de sentarse rompía el silencio de la ceremonia. Unos segundos más de silencio, y comenzaba la plática dominical. ¿cuánto duraría el sermón...? Normal generalmente, larga y pesada excepcionalmente, pero nunca corta. ¡Qué descaro...! Con el rabillo del ojo, podía ver cómo algunos hombres de los de más atrás, siempre los mismos, se salían a fumar un pitillo. Sospechábamos que eran comunistas o, por lo menos, de ideas avanzadas..."¡Gracias, Señor, por no habernos hecho así...!" Sin comentarios... (En verdad, lector.., odio esa frase por la soberbia e incomprensión que encierra: en mi, debe interpretarse todo lo contrario...)


                De niños, a la salida de misa, bajábamos en el coche hasta un puesto de periódicos cerca de la estación, y comprábamos tres o cuatro tebeos. Quizá también algún “sobre sorpresa”: azul, con cromos y baratijas desconocidas en su interior. Y a casa, que llueve.


                Ya de mozos, si llovía mucho hacíamos lo mismo pero sin tebeos: sólo irnos  a casa,  porque nuestras mozas se iban también con sus respectivas madres a sus respectivas casas.


Pero si hacía sol, o bueno sin llover, o incluso chispeando un poco, acompañábamos a nuestras mozas llevando su paraguas a lo largo de toda la calle de San José, la calle principal del pueblo que, según con quien fueras, se te hacía más corta o más larga... Con suerte, con mucha suerte, podía caer algún vinillo antes de dejarlas...


                Lo peor era que casi siempre las dejábamos para ir a casa a estudiar lo que por pereza no habíamos querido hacer el sábado. ¡Qué asco...!



jueves, 7 de febrero de 2013

LAS HERRAMIENTAS DEL SEÑOR ANTONIO.

           Querida hija: no me apremies tanto que, aunque no lo creas, circunstancialmente ando muy mal de tiempo. No. No me estoy durmiendo...aunque la leña tiene fin, en particular cuando buscas un tipo concreto de leña... Y, precisamente para no dormirme, he de administrarla.
           En cualquier caso, ahí va...¡¡¡Más maderaaa!!! Otro apunte personal de mi niñez. Al escribirlo, retrocedo a ella... Y en este caso el apunte se refiere a LAS HERRAMIENTAS DEL SEÑOR ANTONIO.

   


¿Podrían haber sido las primeras herramientas que veía en mi vida...? El Señor Antonio (Antonio Hontavilla), portero decano de la fábrica vieja, tenía su vivienda en la misma portería de abajo, y cerca de ella disponía de un pequeño terreno dedicado a huerto. En él, una glorieta o cenador de celosía que más que como cenador utilizaba para guardar sus aperos y demás cosas que apañaba.
Ahora, recuerdo al Señor Antonio como un tipo muy parecido a nuestro querido actor Pepe Isbert. Siempre con su traje de pana rayada marrón, especie de uniforme eterno, con su correspondiente gorra de plato. Siempre servicial, que “para eso tenía de todo”...Pues era cierto: pronto aprendimos a recurrir al Señor Antonio cuando para nuestros enredos fabriles necesitábamos Gabriel y yo una tenaza, un serrucho o un alicate, o un martillo con unos pocos de clavitos: en una mezcla de orgullosa satisfacción por nuestro reconocimiento, y cabreillo murmuroso por lo bajo por nuestras demasiado frecuentes molestias, daba gusto ver cómo se dirigía al cenador, y cual un sacerdote abriendo el sagrario, elevando sus manos abría las puertecillas de un armarito desvencijado en el que se veían perfectamente ordenadas con tiras de cuero una veintena de herramientas normales, cajitas de pastillas para la tos llenas de clavitos, rollitos de alambre, etc. etc.

No faltaba la recomendación de devolver enseguida lo que fuera, pero creo que en el fondo le encantaba que le pidiéramos prestadas sus cosas.

La verdad es que, calculo que no tendría yo aún los 10 años, así que es muy posible que en este ver “tanta herramienta” y tan bien colocada se encuentren los auténticos orígenes de mi desmedida afición o herramentofilia, e incluso mi primera conciencia del orden aplicado. No puedo afirmar que fueran las primeras herramientas que vi en mi vida, pero sí afirmo que fueron las primeras que yo mismo manejé y me proporcionaron la increíble satisfacción del trabajo realizado. ¡Gracias, Señor Antonio..!





sábado, 2 de febrero de 2013

viernes, 1 de febrero de 2013


‑Los locos no son tales locos: solo son el partido de la oposición en la democracia del pensamiento.

(falvearc)

jueves, 31 de enero de 2013

El hidroavión gigante DO-X

                                                                              
         En este momento estoy dudando si comprar la maqueta "REVELL" 04066 Dornier DO-X, correspondiente al hidroavión DO-X construído por la alemana Dornier. Este espectacular hidroavión, con sus 12 motores, amaró en la bahía de Santander el 20 de Noviembre de 1930. Aunque el hecho de por sí ya suscita cierto interés, se dá la circunstancia de que mi padre, Fernando Alvear, fue invitado especial a comer en él en calidad de Director de la factoría CAMPSA que le suministraba el combustible necesario para proseguir su vuelo inaugural a Brasil.
        Adjunto fotos y documentacón relativa a tan curiosa anécdota  que con seguridad, soy yo la única persona que actualmente la conoce y recuerda.                                                                            


                                                                          





 

Para leerlo mejor, puedes hacer enlace a la hemeroteca de ABC pinchando aquí:

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/1930/11/21/022.html


miércoles, 30 de enero de 2013

Hstoria de una vieja imagen.


                                                                                                                      29-ENE-2013

MI VIRGENCITA


            Esta es la pequeña historia de una pequeña imagen, una imagen que me ha acompañado nada menos que a largo de los últimos 82 años de los 90 que hoy tengo a mis espaldas.

            Mis padres (Fernando Alvear y Lolita Casanueva) llegaron al pueblo de El Astillero (Cantabria) en el año 1928, a hacerse cargo de la dirección de las Factorías de CAMPSA en dicha provincia. Es de suponer que al poco tiempo resultaran totalmente integrados con el pueblo y en el pueblo por lo que, redondeando, establezco el año 1930 como el año en que las monjitas del asilo-convento de La Caridad incluyeran a mi familia en la lista de visitas regulares de su capilla domiciliaria que, con una imagen de la Virgen Milagrosa hacía un recorrido-estancia cíclica entre diversas familias de El Astillero a cambio de una pequeña limosna como medio de contribuir al mantenimiento del asilo-convento.

            Fue así como, sin darnos cuenta, esta capillita, su imagen, iba haciéndose tan familiar y entrañable que llegó a formar parte inseparable de nuestra familia hasta el punto de sentir que se la llevaran una vez que cumplía su turno de estancia en casa. Recuerdo como si fuera hoy, la devoción que a todos inspiraba, y cómo todos nos despedíamos de esta virgencita cada noche antes de acostarnos... Ciertamente, para muchas personas esto rayará en el absurdo, en la santería y en la superstición más irracional... Pero era así. Fue así. Y yo sólo estoy narrando hechos.

            Pasa el tiempo. Pasan los años y estamos ya en el 18 de Julio de 1936. Comienza la terrible guerra civil española. Nuestra Terrible Guerra Civil. Y, casualmente, la provincia de Santander (Hoy Cantabria), queda en zona republicana. Y casualmente también, nuestra virgencita se encuentra en esos momentos en nuestra familia, en nuestra casa. Sabido es el grave riesgo que en aquellos primeros momentos de la guerra se corría en  lo tocante a cualquier tema religioso, "de curas". Sí: estaba la situación tan tensa que por el mero hecho de tener una imagen, cualquier pandilla de incontrolados podía fusilarte. Fueron horas, días, de chivatazo, de rencillas personales, de venganzas personales con resultado de muerte. Temblábamos. Porque temblaba todo el mundo.

Recuerdo que mis padres sacaron a la virgencita de su capilla. En secreto, se quemó la capilla. Pero la virgencita, medio oculta, quiso quedarse entre nosotros.

            Fueron incontables las situaciones de riesgo de todo tipo que sufrimos durante los cuatro años que duró la guerra civil. Muchos y enormemente graves. Y de todos, todos salimos indemnes.

            Al morir mis padres y repartir sus cosas entre los hermanos yo, entre otras cosas, elegí la imagen de nuestra virgen.

            No quiero desmigar detalles de su presencia en la vida de mi familia. Pero eso no quiere decir que no los haya, que no pudiera contarlos... Porque me consta su influencia siempre favorable. Siempre su ayuda. Para mí, innegable. Negarla sería desagradecimiento. Y no soy ningún lerdo ni supersticioso ignorante.

            Por ejemplo: He superado un mal cáncer. Puede explicarlo perfectamente la ciencia.

Y ya he cumplido los 90 años. Hay unos cuantos que tienen más...

            Y hay mucho resabidillo que cree saberlo todo...hasta que llega a otra edad.

            Vale.

            Y llegamos al día de hoy, 29 de Enero del 2013, día en que acabo de restaurar la imagen de "mi virgencita". Por sugerencia de alguno de mis hijos, y previo presupuesto profesional (400 €, demasiado para mi ajustada economía...), decido restaurarla yo mismo.

            Tras tantos años, aparte de los inevitables golpes, roturas, desconchones y deterioro naturales por el paso del tiempo, un mal día años atrás no se me ocurrió otra cosa que pintarla de negro con un spray. Totalmente. De pies a cabeza.

Me encantó cómo quedaba.

¡Pero qué disparate había hecho...!

Negra ha permanecido, presidiendo mi taller casero de aficionado, para ayudarme en el "trabajo"...y en nuestra vida.

            Hasta que, conscientemente y cayendo en la cuenta del disparate cometido al pintarla de negro, llevaba ya tiempo pensando en restaurarla a su aspecto original antiguo.

Hoy, por fin, lo he conseguido. Quizá no haya quedado tan bien cómo una restauración profesional, pero queda ...bien. y mis hijos podrán decir "La restauró mi padre a los 90 años..."


Finalmente, una observación: Reconociendo la devoción que MERECIDAMENTE la profeso, en la cara inferior de la peana de la imagen he pegado lo siguiente:


                        Viviendo en El Astillero,

                    unas pobres monjitas pasaban

                  esta virgen por las casas en una

             capillita de madera, pidiendo una limosna.

         18 de Julio de 1936: Comienza la terrible Gue-

      rra Civil y, casualmente, la virgen estaba en casa

  de mis padres Fernando Alvear y Lolita Casanueva.

 Y en ella se queda. Para siempre.

        Yo escribo esto hoy, en el año 2010, porque es mi

 deseo que esta virgencita continúe en la familia. Para

 siempre. Que no se pierda ni se separe de nosotros

 porque, yo que no creo mucho en los milagros, asegu-

 ro que que a lo largo de mis actuales 88 años de vi-

 da, ha sido muy clara su ayuda en esos momentos

 difíciles en que desesperadamente se clama por ella.

         No me la abandonéis, que siempre ha estado

        conmigo. Entre vosotros, poneos de acuerdo y

            que alguno se la lleve a casa...

                 Y que siga con los hijos de los hijos.

                       Siempre. Para siempre.

                         Vuestro padre Fernando.



Espero que cumpláis este mi deseo.


                                                               Mi virgencita casi restaurada....


                                    Capilla domiciliaria clásica de la época. Con lista de visitas.