PERSONAJES :
Una mujer.
Un hombre.
Una gaviota.
Un poema:
“No importa como
estemos de lejos uno de otro.
Si
tú miras la luna y yo también la miro,
en ella se
citan y se encuentran nuestra miradas.
Y, a solas, se
besan.
Y tú sientes
que te beso en los ojos.”
— ¿Nos sentamos
un poco, tía ...?
— Prefiero
pasear por la orilla: con esta luna se ve de sobra. Y después del baño me he
quedado un poco fría ....
.........................................
— Además, así
te cuento algo que oí anoche, después de cenar, al grupo que estaba a nuestro
lado mientras no me hacías caso y leías el periódico y sus malditos
crucigramas...
— ¿Ya estamos
como siempre ...?
— Si te da la
gana me escuchas, y si no vete a la mierda. Alguien contó una leyenda que me
encantó.
— Pues ya que
hay que pasear, larga el rollo.
— No me
interrumpas, que no la recuerdo muy bien... Verás: al parecer, dice la leyenda
que ya hace muchos años, hubo en este pueblo una muchacha con los ojos más
bellos que jamás se puedan soñar: infinitos, negros y profundos como el
firmamento profundo, negro e infinito de una noche estrellada, y que su mirada
tenía el reflejo de plata y violetas del polvo de estrellas ...
También hubo un
hombre. Y una poesía. Los tres eran tan amigos y se querían tanto que, al
contrario que las personas que se quieren normalmente, ni siquiera necesitaban
estar juntos para besarse: cuando la muchacha se quedaba sola, sabía que le
bastaba recurrir a su amiga la poesía y mirar a la luna para recibir un beso en
sus hermosos ojos. ¡Resultaba tan fácil y tan fantástico...! Mirar unos instantes a la luna ... y entornar
los ojos ... Así lo hizo una noche, y otra, y otra... hasta que la luna se
ocultó para descansar sus días o, bueno, mejor dicho, sus noches.
Pasaron las
noches oscuras mientras la muchacha, impaciente, deseaba con todo su corazón que volviera la luna.
Al fin una
noche, la luna volvió a asomar
tímidamente su cara de plata pálida por el horizonte, despacio, perezosa
...
— Estoy muy pálida esta
temporada —se dijo la luna— , tendré que hablar con la muchacha de los ojos
bellos...
Y así lo hizo:
— Soy vieja,
linda muchacha, y mi luz se apaga... Si quisieras seguir mirándome cada noche
como hasta ahora, yo seguiré siendo lugar secreto de cita para vuestras miradas
a cambio de que tú, con la tuya, me cubras con un manto de polvo de estrellas
para así brillar más y estar más bonita...
Según
recuerdan los más viejos del lugar, por aquél entonces era de tal
intensidad y tan bella la luz de la luna que, las piedrecillas de los caminos
parecían ríos de brillantes y
esmeraldas, y los campos mares de plata y cristal.
Pero, un día,
se quedaron solas en el mundo la muchacha de los ojos hermosos y su amiga la
poesía.
— ¿Qué haremos
ahora, poesía ...? Ya no tendré quien me bese en los ojos cuando salga la luna ...
Y se puso muy
triste a esperar la noche.
Asomó la luna
y, al ver a la muchacha llorando, se dio más prisa en salir y se puso en
el cielo frente a ella, iluminando con
su luz de plata la poesía que tenía entre sus manos. Triste, la muchacha miró
agradecida a la luna. Como le caía una lágrima ... cerró los ojos ... Y sintió
en ellos el beso más dulce que jamás había sentido.
Apenas repuesta
de su emoción y alegría por la inesperada sorpresa, la muchacha y la poesía le
preguntaron a la luna. Y la luna les dijo cómo, entre el polvo de estrellas de
su manto había miles de besos que, desde el mar, había ido subiendo una gaviota
para que nunca le faltaran a la muchacha de los ojos bellos.
Y así, la
muchacha y su amiga la poesía siguieron viviendo casi felices...
— ¿Te ha
gustado ...?
— Como cuento
no está mal ... Pero como leyenda ... las leyendas suelen basarse en algo que
sucedió...¡Y a ver si vas a creer que haya podido suceder alguna vez algo tan
absurdo, tan científicamente imposible ¿Es que eres tonta ...?
— Entonces ...
menos creerás el final:... la misma leyenda dice que, a pesar de los años
transcurridos, esa muchacha aún vive y conservará su juventud y hermosura
mientras queden besos entre el polvo de estrellas de la luna...
—Pero... ¿Te
crees esa bobada ...?
— Bueno, un
poquito ..., verás... es que... yo conozco
mucho a esa muchacha...
— Pues,
niña,... ya no me cabe duda de que eres tonta!. Y no un poquito ... ¡No te
entiendo!.
— Por favor,
tío, no discutamos ahora...¿Cambiamos de rollo ...? ¡Mira! ¿Qué es eso que
bañan las olas en la orilla ...?
— Parece una
gaviota muerta. O me besas, o voy a darle una patada para fastidiarte
—¡No! ¡No lo
hagas ...! ¿Eres imbécil ...?
Si en vez de
tratarse de una playa solitaria, hubiese habido alguien más, hubiera visto a la
muchacha correr hacia la gaviota y, agachada, tomarla suavemente entre sus
manos y devolverla al mar. También la
hubiera visto erguir sobre la espuma de las olas la silueta de su cuerpo de
diosa griega y mirar a la luna, cerrando por unos instantes sus ojos...
— Así podrá
seguir siendo libre ... ¿Nos vamos?
—¿Qué es eso de
libre ...? No te entiendo ... ¡Anda ésta ...! Tienes los ojos mojados ... ¿Te
ha salpicado una ola ...?
—¡No! Por
favor...¡Déjame en paz, quieres?...
— Entonces ...
¿Podremos seguir paseando ...?
— Sí. Claro...
Fernando Alvear.
(19-NOV-79)
Presentado en
el Primer Concurso de "CUENTOS LITERARIOS" del I.N.E.M.
qué bonito, 'si tú miras la luna (...) ya era un preferido, pero no conocía el cuento.
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