domingo, 31 de marzo de 2013

La playa (Cuento)


 
PERSONAJES :
 
Una mujer.
Un hombre.
Una gaviota.
Un poema:
                        No importa como estemos de lejos uno de otro.
                                         Si tú miras la luna y yo también la miro,
en ella se citan y se encuentran nuestra miradas.
Y, a solas, se besan.
Y tú sientes que te beso en los ojos.”
 
 
 
— ¿Nos sentamos un poco, tía ...?
— Prefiero pasear por la orilla: con esta luna se ve de sobra. Y después del baño me he quedado un poco fría ....
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— Además, así te cuento algo que oí anoche, después de cenar, al grupo que estaba a nuestro lado mientras no me hacías caso y leías el periódico y sus malditos crucigramas...
— ¿Ya estamos como siempre ...?
— Si te da la gana me escuchas, y si no vete a la mierda. Alguien contó una leyenda que me encantó.
— Pues ya que hay que pasear, larga el rollo.
— No me interrumpas, que no la recuerdo muy bien... Verás: al parecer, dice la leyenda que ya hace muchos años, hubo en este pueblo una muchacha con los ojos más bellos que jamás se puedan soñar: infinitos, negros y profundos como el firmamento profundo, negro e infinito de una noche estrellada, y que su mirada tenía el reflejo de plata y violetas del polvo de estrellas ...
También hubo un hombre. Y una poesía. Los tres eran tan amigos y se querían tanto que, al contrario que las personas que se quieren normalmente, ni siquiera necesitaban estar juntos para besarse: cuando la muchacha se quedaba sola, sabía que le bastaba recurrir a su amiga la poesía y mirar a la luna para recibir un beso en sus hermosos ojos. ¡Resultaba tan fácil y tan fantástico...!  Mirar unos instantes a la luna ... y entornar los ojos ... Así lo hizo una noche, y otra, y otra... hasta que la luna se ocultó para descansar sus días o, bueno, mejor dicho, sus noches.
Pasaron las noches oscuras mientras la muchacha, impaciente, deseaba con  todo su corazón que volviera la luna.
Al fin una noche, la luna volvió a asomar  tímidamente su cara de plata pálida por el horizonte, despacio, perezosa ...
— Estoy muy pálida esta temporada —se dijo la luna— , tendré que hablar con la muchacha de los ojos bellos...
Y así lo hizo:
— Soy vieja, linda muchacha, y mi luz se apaga... Si quisieras seguir mirándome cada noche como hasta ahora, yo seguiré siendo lugar secreto de cita para vuestras miradas a cambio de que tú, con la tuya, me cubras con un manto de polvo de estrellas para así brillar más y estar más bonita...
 Según  recuerdan los más viejos del lugar, por aquél entonces era de tal intensidad y tan bella la luz de la luna que, las piedrecillas de los caminos parecían  ríos de brillantes y esmeraldas, y los campos mares de plata y cristal.


Pero, un día, se quedaron solas en el mundo la muchacha de los ojos hermosos y su amiga la poesía.
— ¿Qué haremos ahora, poesía ...? Ya no tendré quien me bese en los ojos cuando  salga la luna ...
Y se puso muy triste a esperar la noche.
Asomó la luna y, al ver a la muchacha llorando, se dio más prisa en salir y se puso en el  cielo frente a ella, iluminando con su luz de plata la poesía que tenía entre sus manos. Triste, la muchacha miró agradecida a la luna. Como le caía una lágrima ... cerró los ojos ... Y sintió en ellos el beso más dulce que jamás había sentido.
Apenas repuesta de su emoción y alegría por la inesperada sorpresa, la muchacha y la poesía le preguntaron a la luna. Y la luna les dijo cómo, entre el polvo de estrellas de su manto había miles de besos que, desde el mar, había ido subiendo una gaviota para que nunca le faltaran a la muchacha de los ojos bellos.
Y así, la muchacha y su amiga la poesía siguieron viviendo casi felices...
 
— ¿Te ha gustado ...?
— Como cuento no está mal ... Pero como leyenda ... las leyendas suelen basarse en algo que sucedió...¡Y a ver si vas a creer que haya podido suceder alguna vez algo tan absurdo, tan científicamente imposible ¿Es que eres tonta ...?
— Entonces ... menos creerás el final:... la misma leyenda dice que, a pesar de los años transcurridos, esa muchacha aún vive y conservará su juventud y hermosura mientras queden besos entre el polvo de estrellas de la luna...
—Pero... ¿Te crees esa bobada ...?
— Bueno, un poquito ..., verás... es que... yo conozco  mucho a esa muchacha...
— Pues, niña,... ya no me cabe duda de que eres tonta!. Y no un poquito ... ¡No te entiendo!.
— Por favor, tío, no discutamos ahora...¿Cambiamos de rollo ...? ¡Mira! ¿Qué es eso que bañan las olas en la orilla ...?
— Parece una gaviota muerta. O me besas, o voy a darle una patada para fastidiarte
—¡No! ¡No lo hagas ...! ¿Eres imbécil ...?
 
Si en vez de tratarse de una playa solitaria, hubiese habido alguien más, hubiera visto a la muchacha correr hacia la gaviota y, agachada, tomarla suavemente entre sus manos y devolverla al mar.   También la hubiera visto erguir sobre la espuma de las olas la silueta de su cuerpo de diosa griega y mirar a la luna, cerrando por unos instantes sus ojos...
 
— Así podrá seguir siendo libre ... ¿Nos vamos?
—¿Qué es eso de libre ...? No te entiendo ... ¡Anda ésta ...! Tienes los ojos mojados ... ¿Te ha salpicado una ola ...?
—¡No! Por favor...¡Déjame en paz, quieres?...
— Entonces ... ¿Podremos seguir paseando ...?
— Sí. Claro...
 
 
 
           Fernando Alvear.
 
             (19-NOV-79)
 
 
 
 
 
Presentado en el Primer Concurso de "CUENTOS LITERARIOS" del I.N.E.M.

1 comentario:

  1. qué bonito, 'si tú miras la luna (...) ya era un preferido, pero no conocía el cuento.

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