jueves, 7 de febrero de 2013

LAS HERRAMIENTAS DEL SEÑOR ANTONIO.

           Querida hija: no me apremies tanto que, aunque no lo creas, circunstancialmente ando muy mal de tiempo. No. No me estoy durmiendo...aunque la leña tiene fin, en particular cuando buscas un tipo concreto de leña... Y, precisamente para no dormirme, he de administrarla.
           En cualquier caso, ahí va...¡¡¡Más maderaaa!!! Otro apunte personal de mi niñez. Al escribirlo, retrocedo a ella... Y en este caso el apunte se refiere a LAS HERRAMIENTAS DEL SEÑOR ANTONIO.

   


¿Podrían haber sido las primeras herramientas que veía en mi vida...? El Señor Antonio (Antonio Hontavilla), portero decano de la fábrica vieja, tenía su vivienda en la misma portería de abajo, y cerca de ella disponía de un pequeño terreno dedicado a huerto. En él, una glorieta o cenador de celosía que más que como cenador utilizaba para guardar sus aperos y demás cosas que apañaba.
Ahora, recuerdo al Señor Antonio como un tipo muy parecido a nuestro querido actor Pepe Isbert. Siempre con su traje de pana rayada marrón, especie de uniforme eterno, con su correspondiente gorra de plato. Siempre servicial, que “para eso tenía de todo”...Pues era cierto: pronto aprendimos a recurrir al Señor Antonio cuando para nuestros enredos fabriles necesitábamos Gabriel y yo una tenaza, un serrucho o un alicate, o un martillo con unos pocos de clavitos: en una mezcla de orgullosa satisfacción por nuestro reconocimiento, y cabreillo murmuroso por lo bajo por nuestras demasiado frecuentes molestias, daba gusto ver cómo se dirigía al cenador, y cual un sacerdote abriendo el sagrario, elevando sus manos abría las puertecillas de un armarito desvencijado en el que se veían perfectamente ordenadas con tiras de cuero una veintena de herramientas normales, cajitas de pastillas para la tos llenas de clavitos, rollitos de alambre, etc. etc.

No faltaba la recomendación de devolver enseguida lo que fuera, pero creo que en el fondo le encantaba que le pidiéramos prestadas sus cosas.

La verdad es que, calculo que no tendría yo aún los 10 años, así que es muy posible que en este ver “tanta herramienta” y tan bien colocada se encuentren los auténticos orígenes de mi desmedida afición o herramentofilia, e incluso mi primera conciencia del orden aplicado. No puedo afirmar que fueran las primeras herramientas que vi en mi vida, pero sí afirmo que fueron las primeras que yo mismo manejé y me proporcionaron la increíble satisfacción del trabajo realizado. ¡Gracias, Señor Antonio..!





4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. (el anterior comentario era kilométrico y me perdí en el fondo de mi inadaptación a las nuevas comunicaciones... Ayer me compré una caja de tizas, no te digo más.)
    Me encanta leerte a tu ritmo y frecuencia (modulada), sean como sean y perdona si te parecí apremiante, no era mi intención. Es que las redes sociales parecen grifos abiertos y hay mucha sed de historias como la tuya y compañía. Cada palabra cuenta, y mucho.
    Y leño a leño calienta muy bien.
    Muchos besos

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  3. ¡Qué bien que otra hija haya aceptado la "culpabilidad" que me correspondía... je je!
    Y qué mejor aún que hayas añadido esta nueva "historieta" a las que yo hacía referencia... éstas son las que más me atraen, esa infancia desconocida o escuchada tan a pequeños retazos que nunca pude hilar una historia concreta... Ese Astillero, esa casa con tantos "quereres" o querencias, y en cualquier caso misteriosa por desconocida, como casi toda tu vida...

    ¡Hala! ¡ya tienes leña para quemar!

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  4. jajaja, chispas, perdonad ahora los dos porque esta hoguera no era mía y hablando de mi inadaptación, yo sola me delato!
    así que como no era yo, voy a estabilizar mi 'culpabilidad' apremiando sólo un poco: más maderaaaaa...!!! y administrando, que es gerundio.

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