NUNCA ES TARDE... para un ciberabuelo
domingo, 24 de mayo de 2020
martes, 22 de septiembre de 2015
Si. Te querrán...
-Te querrán mil
personas por tus cualidades.
Te querrán cien hombres por tu cuerpo.
Te querrán diez amigos por amistad.
Pero sólo un loco te querrá por tus defectos.
Sólo ese loco te querrá a ti. Como eres. Tú.
¡Búscale..! Porque sólo está loco por
encontrarte.
A ti.
domingo, 31 de marzo de 2013
La playa (Cuento)
PERSONAJES :
Una mujer.
Un hombre.
Una gaviota.
Un poema:
“No importa como
estemos de lejos uno de otro.
Si
tú miras la luna y yo también la miro,
en ella se
citan y se encuentran nuestra miradas.
Y, a solas, se
besan.
Y tú sientes
que te beso en los ojos.”
— ¿Nos sentamos
un poco, tía ...?
— Prefiero
pasear por la orilla: con esta luna se ve de sobra. Y después del baño me he
quedado un poco fría ....
.........................................
— Además, así
te cuento algo que oí anoche, después de cenar, al grupo que estaba a nuestro
lado mientras no me hacías caso y leías el periódico y sus malditos
crucigramas...
— ¿Ya estamos
como siempre ...?
— Si te da la
gana me escuchas, y si no vete a la mierda. Alguien contó una leyenda que me
encantó.
— Pues ya que
hay que pasear, larga el rollo.
— No me
interrumpas, que no la recuerdo muy bien... Verás: al parecer, dice la leyenda
que ya hace muchos años, hubo en este pueblo una muchacha con los ojos más
bellos que jamás se puedan soñar: infinitos, negros y profundos como el
firmamento profundo, negro e infinito de una noche estrellada, y que su mirada
tenía el reflejo de plata y violetas del polvo de estrellas ...
También hubo un
hombre. Y una poesía. Los tres eran tan amigos y se querían tanto que, al
contrario que las personas que se quieren normalmente, ni siquiera necesitaban
estar juntos para besarse: cuando la muchacha se quedaba sola, sabía que le
bastaba recurrir a su amiga la poesía y mirar a la luna para recibir un beso en
sus hermosos ojos. ¡Resultaba tan fácil y tan fantástico...! Mirar unos instantes a la luna ... y entornar
los ojos ... Así lo hizo una noche, y otra, y otra... hasta que la luna se
ocultó para descansar sus días o, bueno, mejor dicho, sus noches.
Pasaron las
noches oscuras mientras la muchacha, impaciente, deseaba con todo su corazón que volviera la luna.
Al fin una
noche, la luna volvió a asomar
tímidamente su cara de plata pálida por el horizonte, despacio, perezosa
...
— Estoy muy pálida esta
temporada —se dijo la luna— , tendré que hablar con la muchacha de los ojos
bellos...
Y así lo hizo:
— Soy vieja,
linda muchacha, y mi luz se apaga... Si quisieras seguir mirándome cada noche
como hasta ahora, yo seguiré siendo lugar secreto de cita para vuestras miradas
a cambio de que tú, con la tuya, me cubras con un manto de polvo de estrellas
para así brillar más y estar más bonita...
Según
recuerdan los más viejos del lugar, por aquél entonces era de tal
intensidad y tan bella la luz de la luna que, las piedrecillas de los caminos
parecían ríos de brillantes y
esmeraldas, y los campos mares de plata y cristal.
Pero, un día,
se quedaron solas en el mundo la muchacha de los ojos hermosos y su amiga la
poesía.
— ¿Qué haremos
ahora, poesía ...? Ya no tendré quien me bese en los ojos cuando salga la luna ...
Y se puso muy
triste a esperar la noche.
Asomó la luna
y, al ver a la muchacha llorando, se dio más prisa en salir y se puso en
el cielo frente a ella, iluminando con
su luz de plata la poesía que tenía entre sus manos. Triste, la muchacha miró
agradecida a la luna. Como le caía una lágrima ... cerró los ojos ... Y sintió
en ellos el beso más dulce que jamás había sentido.
Apenas repuesta
de su emoción y alegría por la inesperada sorpresa, la muchacha y la poesía le
preguntaron a la luna. Y la luna les dijo cómo, entre el polvo de estrellas de
su manto había miles de besos que, desde el mar, había ido subiendo una gaviota
para que nunca le faltaran a la muchacha de los ojos bellos.
Y así, la
muchacha y su amiga la poesía siguieron viviendo casi felices...
— ¿Te ha
gustado ...?
— Como cuento
no está mal ... Pero como leyenda ... las leyendas suelen basarse en algo que
sucedió...¡Y a ver si vas a creer que haya podido suceder alguna vez algo tan
absurdo, tan científicamente imposible ¿Es que eres tonta ...?
— Entonces ...
menos creerás el final:... la misma leyenda dice que, a pesar de los años
transcurridos, esa muchacha aún vive y conservará su juventud y hermosura
mientras queden besos entre el polvo de estrellas de la luna...
—Pero... ¿Te
crees esa bobada ...?
— Bueno, un
poquito ..., verás... es que... yo conozco
mucho a esa muchacha...
— Pues,
niña,... ya no me cabe duda de que eres tonta!. Y no un poquito ... ¡No te
entiendo!.
— Por favor,
tío, no discutamos ahora...¿Cambiamos de rollo ...? ¡Mira! ¿Qué es eso que
bañan las olas en la orilla ...?
— Parece una
gaviota muerta. O me besas, o voy a darle una patada para fastidiarte
—¡No! ¡No lo
hagas ...! ¿Eres imbécil ...?
Si en vez de
tratarse de una playa solitaria, hubiese habido alguien más, hubiera visto a la
muchacha correr hacia la gaviota y, agachada, tomarla suavemente entre sus
manos y devolverla al mar. También la
hubiera visto erguir sobre la espuma de las olas la silueta de su cuerpo de
diosa griega y mirar a la luna, cerrando por unos instantes sus ojos...
— Así podrá
seguir siendo libre ... ¿Nos vamos?
—¿Qué es eso de
libre ...? No te entiendo ... ¡Anda ésta ...! Tienes los ojos mojados ... ¿Te
ha salpicado una ola ...?
—¡No! Por
favor...¡Déjame en paz, quieres?...
— Entonces ...
¿Podremos seguir paseando ...?
— Sí. Claro...
Fernando Alvear.
(19-NOV-79)
Presentado en
el Primer Concurso de "CUENTOS LITERARIOS" del I.N.E.M.
lunes, 25 de marzo de 2013
CUANDO YA NO ESTÉ
En esta
primavera,
cuando todo sea
un canto,
cuando las
flores cubran
como un manto
la pradera,
quizá no esté
contigo.
)Harás lo que te
pido...?
)lo prometes...?
Mira: de
flores, coge dos ramilletes,
bésalos con
amor,
préndelos en tu
pecho con fervor...
aunque no esté
contigo...
De esos dos
ramilletes,
uno es el tuyo,
otro..., el
que yo te diera
si contigo
estuviera.
(falvearc)
martes, 19 de marzo de 2013
Pancho. Una historia con final felíz...
Hoy, mis recuerdos se remontan nada menos que a...1928, 1930...
Su verdadero nombre, Samuel (*) Francisco Pérez Niño. Hijo de
Samuel Pérez Migueléz y Engracia Niño. Su padre, el administrativo que primero
estuvo ayudando al mío cuando llegó a la factoría CAMPSA de Santander en 1928, y que se mantuvo en
el mismo puesto durante muchos años, muchos. Entonces, las cosas no eran como
ahora. Engracia Niño: la recuerdo como una mujer encantadora, no digamos muy
guapa, pero de cara muy agradable y, sobre todo angelical, dulce. Vivían padres
e hijo en una vivienda dentro de la factoría, delante de nuestro chalet, a la
derecha.
O sea que, Pancho, niño de nuestra misma edad
aproximadamente, se convirtió en nuestro mejor y casi único amigo durante
muchos, muchos, años.
Tanto es así, que mi hermano Gabriel y yo hicimos y
celebramos nuestra Primera Comunión con Pancho, como un hermano más, allá por
el año 1930 (30 de mayo de 1930).
En parte por nuestra soledad, en parte por la calidad
de aquél maravilloso amigo, Pancho caló tan profundo en nuestras vidas (me
refiero siempre a Gabriel y yo), que no éramos nada sin él: de vez en cuando
nos decía: “Esta tarde tengo que ir a casa de mi abuelito”, resultando que su
abuelito era el Señor Pérez, Jefe de la estación de tren de El Astillero; esa
tarde, éramos incapaces de ligar un juego, un pasatiempo, y probablemente fue
entonces cuando yo aprendí a echar la siesta. Esperando el regreso de Pancho.
La verdad es que no tuvimos mas amigos que éste hasta que, muy tarde, demasiado
tarde, nos incorporamos a un colegio. Y un mal día, se nos fue... No. No es que
se muriera: es que su padre, después de dejarse lo mejor de su vida en
Astillero, por fin fue ascendido y por propia voluntad trasladado a otra
provincia. Adiós, Pancho. ¿Qué será de ti hoy...?
Bueno... Probablemente a los que leais ésto hoy no os diga mucho. O,quizá nada. Y teneis razón porque, en sí, no es nada.
Pero yo aún, a ,mis 90 años, aún recuerdo a Pancho...
(*) No supe que se llamaba Samuel hasta hoy, 4 de Marzo de 2015. En Astillero siempre fue Francisco "Pancho".
4 de Marzo del 2015: ¡Milagro!
Sí. Milagro es que hoy me haya reencontrado nada
menos que con mi querido Pancho; Si no en persona, a través de mi sobrino
Gabriel, con lo que en cierto modo y casi un siglo después vuelve a cerrase
aquél triángulo de eterna amistad que formamos los tres. De la niñez, nuestro
amigo del alma, nuestro mejor amigo...Y por entonces...el único amigo.
Comentario a comentario de Uge: Contra mi temor, lo he encontrado... ¡Vivo...!
Comentario a comentario de Uge: Contra mi temor, lo he encontrado... ¡Vivo...!
Gabriel, hermano: Hoy te echo más de menos, porque mi
alegría hubiera sido mucho más completa.
Muchas gracias, sobrino.
(*) No supe que se llamaba Samuel hasta hoy, 4 de Marzo de 2015. En Astillero siempre fue Francisco "Pancho".
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domingo, 3 de marzo de 2013
Aquellas navidades...
Eran los días en que me
despertaba impaciente, deseando ver si amanecía nevada la cumbre de Peña
Cabarga porque, casi indefectiblemente, al día siguiente la nieve cubría ya
todo nuestro valle. Mucho se hacía desear...Pero llegaba. Y con ello, mas o menos,
coincidían las navidades y vacaciones. En casa cambiaba ya el ambiente. Se
preparaba el montaje del gran belén, sobre unos cuantos cajones de madera,
ocupando aproximadamente 4,5 x 1.5 m, cubiertos con tablas clavadas, una gran
bandera española en el frente, y mucho corcho de belenes enviado desde
Andalucía a la abuela Lola por su pariente o amigo Luis Quero; cubriéndolo
todo, una manta verde de musgo natural. No menos de 100 a 150 figuras casi
esculturas, y el correspondiente gran telón de fondo de papel de embalar
pintado al temple. Una auténtica obra...
Cierto año, llegó a manos de mi padre un
librito muy estimulante sobre el arte de hacer belenes...Mi padre nunca fué muy
dado a las manualidades, pero estimulados todos y con él milagrosamente
entusiasmado por el librito, nos dió la venada de llevar a la práctica las
artes y técnicas en el mismo recomendadas, aplicándolas a nuestro gran belén.
Teníamos que entretenernos en estas tonterías porque aun no había televisión.
Era divertido, muy divertido. Pero cuando realmente se armó la marimorena fue
cuando enterado de nuestras ilusiones belenísticas con mi padre en cabeza,
nuestro indiscutible genio y profesor Don Daniel optó por participar en la
obra, liándonos a hacer casas, molinos y portal según su propio procedimiento,
ilustrado con una magnífica exhibición de su propio belén: con retales de
madera bañados abundantemente en escayola y decorados después con nogalina,
acuarelas y temple: el resultado fué realmente espectacular, maravilloso, tanto
más por la blancura aportada por la propia escayola y la facilidad para
descolgar chupones desde los tejados...¡Genial...!. No menos admirable la
paciencia de mi madre soportando cómo se ponía todo de sucio.
Recuerdo que el musgo natural y recien cogido,
entraba por cestos. “Decirle a Manuel
(el jardinero) que hace falta otro par de cestos de musgo..”. ¡Ahí es nada! El cesto medía aproximadamente tres palmos de diámetro por dos de altura.... y había que
llenarlo de capas de musgo natural, cogido con nieve o lluvia. Aún recuerdo lo
bonito que era, su tacto de agua helada y como olía... Pero, una vez puesto el nacimiento, lo que más
nos divertía a Gabriel y a mí era escondernos debajo, entre los 20 o 30 cajones
que formaban su base.
¿Y la nieve..? Jardín,
huertas, montes... con 20 o 30 cm. de nieve algunos inviernos. Y al fondo, en
la lejanía, la ría que, por reflejar el cielo tan oscuro y contrastar con el
blanco de los campos, se había vuelto negra. Por la noche, las luces de casa
iluminaban las proximidades de la nieve del jardín, y las pisadas trazadas por
el paso de alguien hacia el calor de la cocina de detrás. De vez en cuando, se
veía caer un bloque de nieve de la que retenían las grandes hojas de las
magnolias ante la casa. Fuera del
jardín, al otro lado de la tapia de la factoría, la carretera de Bilbao, aún
con poco tráfico, era un barrizal de nieve, pero las pequeñas huertas conque
lindaba, se mantenían limpias e intocadas. Y el estanque, casi bajo el mirador,
negro; sí: es curioso ver como lo que no está cubierto de nieve, como el agua
de la ría y el estanque, parecen negros.
En estas fechas, mis padres fijaban ya una tarde para
ir con nosotros a Santander a comprar el pavo, los turrones de Monerris, y las
cosas de comer de Navidad. Tambien compraríamos alguna figura nueva para el
belén: para el belén serio se compraban figuras esculturales; a Gabriel y a mí
nos compraban unas ovejas de cara triste, con un ojo mas alto que otro y patas
de alambre ¡Eran preciosas...! Por aquél entonces, el Arbol de Navidad o no
existía, o apenas era visto. ¡Qué
bien...!
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